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Batman: The Dark Knight Saga explicada por Frank Miller

El presente texto forma parte de la edición Batman: The Dark Knight Saga Deluxe que DC Comics México editó recientemente.

Introducción

Por Frank Miller

Simplemente parecíamos irrelevantes.

A principios de los años 50, un psiquiatra escribió un verdadero desperdicio de libro que convirtió en un trauma para toda una generación a mi adorado medio artístico.

El trauma era completamente entendible. El desperdicio de libro de dicho loquero, así como los igualmente basurientos y malintencionados artículos de revistas que se aprovecharon de los temores paternales por sus propios hijos, inspiró una protesta pública que culminó en audiencias ante el Congreso. Aunque las audiencias no fueron concluyentes, el gobierno estadounidense alzó su látigo censor. Los cómics fueron catalogados como la razón principal de la “delincuencia juvenil” –y los editores de cómics, temiendo por su sobrevivencia, se apresuraron a evitar cualquier contenido de cualquier clase que pudiera ofender a cualquier persona.

Si algo de esto parece anticuado o totalmente siniestro, no es ninguno de los dos. Cada generación de padres siente terror cuando –mediante el bombeo sanguíneo con una repentina precipitación de hormonas que lo deja perplejo– su Juanito de 14 años se pone temperamental. Fui testigo de cuántos de los niños de la posguerra “amantes de la libertad” se obsesionaron con el sexo y la violencia en los programas de la TV y en los juegos de computadora. La libertad de expresión es un oasis tan frágil y efímero, como los vacíos entre guerras. La naturaleza humana es inmutable.

No vale siquiera la pena mencionar a aquel loquero demente y su desperdicio de libro auténticamente implacable. El mundo tiene mucho de haberlos olvidado a ambos. No obstante, dentro del pequeño mundo de los cómics, aquel basuriento libro amenaza como un Cíclope. O como Galactus. Las ventas se encogieron y encogieron. Durante un tiempo, los artistas de cómic inclusive no aceptaban cuál era su profesión. No durante conversaciones educadas.

Dios sabe que no nos acercaríamos a la política. Pues simplemente nos veíamos irrelevantes. Simplemente parecíamos estar muertos.

Si la naturaleza humana es inmutable, el espíritu creativo es igualmente indomable. Durante aquel sueño febril que llamamos los años 60, pioneros como Robert Crumb, Richard Corben, Phil Seuling, Denis Kitchen y muchas otras valientes almas arrastraron los cómics de nueva cuenta hacia las calles y canaletas a las que pertenecían. Una explosión creativa y una revolución en el arte de la distribución cambió todo. El gato había salido del costal.

Pero esto se llevó su tiempo. Matar viejos hábitos es complicado. Cuando entré a la escena, el Abominable Desperdicio de Libro aún proyectaba una larga sombra. Le tomó años a los internos apoderarse del manicomio.

Toda clase de cómics publicados independientemente comenzaron a surgir. Y el mundo de los superhéroes fue sacudido hasta su núcleo… y revivido de esa manera. Los veteranos Steve Ditko, Neal Adams y Denny O’Neil, entre otros, sumergieron a las chavas y chavos en mallas en el estridente debate de principios de los años años 70.

Una tradición fue redescubierta. Justo como el Superman de los años 40 enfrentó a Tojo y a Hitler, mientras que Captain America golpeó al Führer en el rostro, ahora nuevos personajes como Hawk y Dove y viejos caballos de batalla como Green Lantern y Green Arrow y Spider- Man se enfrascaban en tortuosas discusiones y puños voladores que eran abierta y claramente políticos.

El villano de los X-Men, Magneto, fue revelado como un sobreviviente del Holocausto. Neal Adams llevó la suciedad urbana a las calles de Gotham City y de nueva cuenta hizo atemorizante el aspecto de Batman. Howard the Duck aleteó del sarcasmo social a la parodia cultural. Swamp Thing se transformó en un Golem ambiental. Como Gilda, la cantante de baladas interpretada por Rita Hayworth, la belleza fue despojándose lenta y tormentosamente de sus largos guantes.

Luego los años 80, llamados apropiadamente, la Era Reagan, estaban encima nuestro. Fue un momento salvaje para seguir las noticias y dibujar cómics. Un momento

de graves amenazas, fuerzas omnipotentes y sucesos mediáticos inauditamente tontos. El crimen en las calles se disparó. Al igual que la comedia. Fue un momento fúrico, amargo e hilarante.

Y la televisión mostró lo estúpida que podía ser. Al menos por el momento.

Ávido lector de diarios, fui impactado por dos cosas. Primero, el mundo enloqueció. “¡No puedes inventar estas cosas!”, me cruzó por la mente. Segundo, todo diario con excepción de la venerable anciana del New York Times, presentaba tiras cómicas diariamente que, sin trivializar lo que sucedía, mostraban de manera simple lo potente que podían ser el ingenio, la tinta y el papel.

THE DARK KNIGHT RETURNS es, por supuesto, una historia de Batman. Gran parte de lo que buscaba era hacer uso del mundo agobiado por el crimen que me rodeaba para retratar un mundo que necesitara de un genio herculeano y medio maniático para traer el orden. Pero eso sólo era mitad del trabajo. Guardé mi veneno más desagradable, no para Joker o Two-Face, sino para las complacientes e insípidas cabezas parlantes que tan pobremente daban crónica de los enormes conflictos de la época. ¿Qué podría hacer esta gente si gigantes caminaran sobre la Tierra? ¿Cómo podrían considerar a un poderoso y demandante héroe que no se arrepiente?

¿O a un villano cuya alma es tan negra como la muerte? Pasaron quince años. Entendí.
Me encontraba a mitad de THE DARK KNIGHT STRIKES AGAIN cuando las Torres Gemelas colapsaron y miles de mis vecinos fueron masacrados.

Había planeado el libro como una celebración del superhéroe, y como un divertimento afable con los iconos de mi infancia entremezclado, por supuesto, con la burla de cómo el Internet de alguna manera, y a pesar de su vasto valor, minimizó a nada el discurso de la gente más allá de la profundidad de la TV. Tenía que darme una oportunidad con esta Ciber-Torre de Babel.

Pero antes que todo, se trataba de una historia de Batman, de una historia de superhéroes. Y al escribirlo y dibujarlo, sin saber en qué se convertiría, conseguí un Batman volando su Batimóvil hacia un rascacielos y a un robot gigante destripando Metrópolis.

Luego, el 9/11.

Por tanto, el abrupto cambio de tono hacia lo apocalíptico, golpeó justo a mitad de la historia. Ya que los medios de comunicación son un tema importante en la serie de Dark Knight, quise que la transición fuera discordante y cruda.

Quise que los héroes revestidos de luz y sus lectores saborearan el desagradable sabor a polvo que durante meses llenó la garganta de todo neoyorquino.

Aunque nunca olvidé cuál es mi verdadera labor. Los héroes deben hacer lo que siempre deben hacer: perseverar y perecer en el intento.

¿Y los medios?
Bueno, digamos que ya hemos escuchado demasiado de Paris Hilton.

Frank Miller Ciudad de Nueva York 2006

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