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El milagro del Geniecillo Púrpura

Nunca alcanzaré a arrepentirme de cuánto tarde para descubrir a Prince. Y no fue porque no lo conociera, si me tocó su época de plenitud, aunque todavía pequeño. De hecho, uno de los recuerdos más vívidos en mi historial curioseando anaqueles de discos –un hábito que adquirí no sé bien por qué a muy temprana edad- es la portada del Lovesexy, que lo mostraba desnudo en una imagen bastante pintoresca. Supongo que eso le causó una impresión mayor a mi crianza católica y durante años la imagen me impidió apreciar la música. En ese sentido, era mucho más seguro refugiarse en el heavy-metal, donde las fronteras del bien y el mal estaban claramente definidas Lo de Prince era… más ambiguo.

Fue hasta después de vivir más, de escuchar más, de tener sexo (no necesariamente demasiado) que un día entendí el milagro del Geniecillo Púrpura. Mientras su contemporáneo Michael Jackson transformó estrictamente la música (y su mercadotecnia), la apuesta de Prince era radical culturalmente al traer el cuestionamiento de los roles de género a la arena del pop con una música que también desafiaba los límites entre soul, funk, rock e incluso tecno y metal para crear un estilo indefinible, tenía sentido que su grupo acompañante durante muchos años se llamara The Revolution. Lo que uno oye con Prince es gran música, y quiero decir a nivel Mozart. Hace poco, a razón de la muerte de David Bowie, reflexionaba que Prince había desempeñado para mi generación ese papel de figura transgresora extravagante, controversial, sí, pero inteligente, y que era una fortuna existir al mismo tiempo que él. Ahora me da un poco de vértigo que en un lapso tan corto ambos personajes hayan resbalado al más allá.

Resulta paradójico que a este revolucionario le haya costado adaptarse a los nuevos medios para escuchar música, al prohibir la difusión de su música en las principales plataformas digitales, lo cual hizo que el icono vanguardista fuera visto como un misántropo renuente al cambio. Esta es una invitación a que eso no los disuada de buscar sus canciones, de gastar en comprar un disco si es necesario (yo sé, es anticuado), la música vale la pena. No se tarden, como me pasó a mí. Porque al fin, nos damos cuenta, la vida es demasiado corta.

Arturo G. Aldama

Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Intercontinental y estudió para maestro en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana. Tiene alrededor de 20 años como obrero del ramo editorial. Ha colaborado en diversas publicaciones como el semanario sábado de unomásuno, Milenio Diario, la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, las revistas Viceversa, Pic-nic, Conozca Más, Círculo Mix-Up y el semanario Siempre!, entre otras. También ha escrito guiones para Canal Once y el guión del modo historia para el videojuego AAA Héroes del Ring. En 2013 publicó en Letritas del Changarrito el libro eRRemental – Viñetas viajadas de rocanrol. Desde hace 10 años colabora en Marvel Cómics México, donde actualmente ocupa el cargo de editor.