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#TREND

El origen de Valérian

Por Stan Barets
Fragmento de la introducción al Volumen 1 de Valérian.
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Tienen en sus manos una de las mejores novelas gráficas de todos los tiempos. Es al mismo tiempo, un clásico del 9° Arte y una obra maestra de la Ciencia Ficción. ¡Pero para ello tuvieron que pasar cincuenta años desde su nacimiento hasta el día de hoy! El tiempo de una epopeya… Ya sea para ponerse al día o para descubrirla hoy, en un mundo atiborrado de fantasía heroica y de realidad virtual. Valérian podrá parecer simple. ¿Otro viajero espacio-temporal que hace malabares con los misterios del tiempo y el espacio? ¡Error!
En su época, fue una serie de vanguardia. Es el arquetipo original de todo lo que precede. Para entenderla mejor, es necesario hacer un flash-back. Quien no vivió en los años sesenta, no puede imaginar un mundo tan gris, tan aburrido…Todo estaba aún por inventarse. Francia, bajo el mando de un envejecido de Gaulle, era un territorio estrecho y cerrado, con normas y prácticas fuertemente estructuradas, en donde nada anunciaba todas las revoluciones culturales, tecnológicas y sociales que estaban por ocurrir. Según
las palabras del propio Christin, Francia era “increíblemente arcaica”.
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¡VE AL OESTE, JOVENCITO!
Para huir de ese mundo de conformismo y pesadumbre, Jean-Claude Mézières y Pierre Christin eligieron ir al oeste. ¡A Estados Unidos!
¡A una nueva cultura, una nueva frontera! Uno era un aprendiz de dibujante, deslumbrado por los grandes espacios del oeste. El otro, temporalmente profesor de Literatura Francesa en una universidad de EE. UU. Y como Christin lo confirma, ese fue su “gran viaje de iniciación” para huir de
la pesadez doméstica y buscar una inspiración exótica, nuevos aires.
En 1965, en Salt Lake City, antigua capital de los rigurosos mormones, los
dos jóvenes se conocieron. De nuevo, porque se conocían desde hacía 20 años. Pero aquí, al fin
la vida se abría ante ellos. Y si hay que buscar
un punto exacto del nacimiento de la saga de Valérian, por qué no soñar que el explorador estelar nació ahí, al menos de manera subliminal, en esos grandes espacios donde los dos amigos
de antaño podían al fin “contarse un mundo en tecnicolor”. De cualquier modo, ¡vaya camino que recorrieron desde Val-de-Marne y Saint-Mandé! Fue en Saint-Mandé precisamente donde Mézières y Christin se conocieron, en medio de las alarmas antibombardeos de 1943 y 1944.
Al sonido de las sirenas, los vecinos bajaban al refugio de las cavas, y los niños, divertidos e inconscientes del peligro, jugaban. Es la época de los primeros recuerdos en común. Mézières cuenta: “en la escuela de al lado había un grupo de niñas. Una noche, un camión alemán llegó para llevárselas. Mucho después, entendí que se trataba de refugiadas judías. Todas ellas desaparecieron…” Esa es una experiencia que entendieron mucho tiempo después, pero que tal vez explique el famoso “humanismo” de Valérian.
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MUNDOS EN COLISIÓN
Mézières, el hombre de las imágenes, habla de Giraud, a quien conoció en “Arts A”, de Jijé, de Franquin, y de la escuela de la revista Mad, de la que admira su talento. Sumen a esto la poesía de los grandes espacios, el canto de los cañones y las locas imágenes de malas películas como Regreso a la Tierra o El Planeta Desconocido. Mezclen, revuelvan, siempre quedará algo…
Por su parte, Christin, el hombre de las palabras, habla de ideas y de textos. Con su sólida formación (Ciencias Políticas, un doctorado en Letras), hace malabares con los conceptos. Pero él prefiere la imaginación, la vida de ensueño más que la cotidiana. Entre la primera, descubrió la Ciencia Ficción, esa literatura aún marginal, confinada en Francia a las revistas secretas, como Fiction o Galaxie.
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Pero allá, en tierra estadounidense, se atiborraba de Asimov, de Van Vogt, de Vance, de Wyndham. En su portafolio, monta sobre los cometas y descubre la famosa “capacidad de asombro”, esa capacidad de fascinación que parece tan infinita como el universo. Pero también está la vida real y cómo la perciben a su alrededor. Todo se mueve en Estados Unidos, el movimiento de los Derechos Civiles, el ascenso del feminismo, el underground, los beatniks y el rock nacían de
toda esa contracultura que se ponía en marcha. Es así como todo se mezcla, todo se aclara, y uno inicia al otro en los tiempos de ensayos y primeros experimentos.
Al otro lado del Atlántico, existe el periódico Pilote, donde Goscinny ocupa el lugar de honor como deus ex machina de la naciente novela gráfica. Deciden enviar sus primeros intentos. Por un milagro, son publicados (¡lo que les permitirá pagar el boleto de regreso a Francia!). Mézières hace sus pininos ilustrando a Fred. Christin firma sus primeros guiones bajo el pseudónimo de Linus.
Pero rápidamente, el dueto se afianza.
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Y así llegamos al 9 de noviembre de 1967.
En el número 420 de Pilote, el lector descubre Las Pesadillas (Les Mauvaises Rêves), En la primera viñeta, una imagen de Galaxity. En la segunda página, un viajero espacio-temporal llamado Valérian. ¿Y Laureline? Para llegar a Laureline, hay que esperar a la página 11.
Es cándida, todavía “mal diseñada”, pero la serie ya está ahí. Con todos sus principios básicos.
Cuarenta años más tarde, estos dos artistas todavía no terminan de contar esta saga.
A veces Christin se sorprende. “Lo hicimos como dos adolescentes eternos. Fue una historia para divertirnos”.
 
http://www.smashmexico.com.mx/trend/events/valerian-volumen-1/

POR JORGE JURADO

gatoandalus@gmail.com
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