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#DC Comics

Una introducción a Ronin, de Frank Miller

A propósito de la publicación de Ronin, una de las tempranas obras maestras de Frank Miller, recuperamos esta “introducción” de Jeff Rovin para una de las ediciones de lujo de la presenta obra en los años ochenta.

Por Jeff Rovin

En todos los medios se produce un punto de inflexión que eleva lo novedoso o la monotonía al reino del arte. Algunos ejemplos comunes:

En El nacimiento de una nación, de 1915, D.W. Griffith introdujo nuevas formas de utilizar la fotografía y la edición, técnicas que intensificaron el impacto de las imágenes en movimiento y que se siguen utilizando hoy en día.

En 1972, Todo en familia presentó los problemas reales de una familia estadounidense promedio, lo cual hizo crecer el genero de las comedias de situación.

En los cómics, el hito consistió en dos eventos distintos entrelazados por un común denominador: Frank Miller.

Tres años antes de Batman: The Dark Knight Returns, el medio del cómic fue sacudido por Ronin, una miniserie de seis números con la que Frank Miller introdujo la sofisticación gráfica y las innovadoras técnicas de narración que hicieron posible la obra maestra de Batman. En muchos sentidos, Ronin es más notable pues con éste introdujo en los cómics estadounidenses el pensamiento y el arte oriental, además de que representó un salto personal para Miller más allá de cualquier otro que haya hecho antes.

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Frank Miller comenzó su carrera dibujando The Twilight Zone para Gold Key Comics, moviéndose luego a DC Comics donde afiló su arte en los títulos del horror de esta compañía, y después partió a Marvel Comics. Allí, saltó entre un puñado de títulos antes de tomar las riendas de Daredevil y revivirlo.

Lo que hizo que Miller fuera diferente a la mayoría de los jóvenes artistas de moda, que prometen mucho y terminan en nada, fue su comprensión del medio. Como la mayoría de los profesionales, había leído cómics desde su infancia, siendo sus tempranos favoritos Legion of Super-Heroes y Spider-Man. Pero Miller no sólo los leyó: lo que hizo, asegura, fue absorberlos. Literalmente estudió las historias y los personajes. A medida que crecía, sus intereses se diversificaban. Descubrió la vieja línea de cómics de E.C., las aventuras de The Spirit de Will Eisner, las historias gráficas francesas. Absorbió, comenzó a dibujar por su cuenta, sintetizó, experimentó.

Cuando Miller entró en el campo profesional, no era un tipo de un solo truco —alguien que imitaba a algún artista popular o que escribía réplicas superficiales. En su lugar, trajo consigo un sólido sentido del diseño y un don para contar historias, talentos que crecieron geométricamente porque continuó experimentando. Intentó con paneles delgados, páginas en las que sólo el héroe estaba en color, historias no secuenciales, primeros planos de los ojos o las manos para expresar emociones que las acotaciones y el diálogo no podían transmitir, líneas gruesas y negras, y espacios para sugerir violencia, fuego, ira, caos, e incluso la muerte.

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Cuando llegó el momento, Miller tomó sus innovaciones y conocimientos y regresó a DC. Allí lo aplicó a las ideas que tenía sobre el futuro y el pasado, sobre el heroísmo y el honor, sobre la ciencia y la tecnología y sobre el declive de nuestras ciudades. Y los tejió en el tapiz magistral que es Ronin.

Ronin se establece en Manhattan a unos treinta años iniciado el siglo XXI, en una época en que la nación está sumida en una depresión sofocante. Empresas como Aquarius Complex controlan el progreso, y las pandillas despiadadas como las Panteras y los Nazis controlan las calles. Hasta la llegada de Ronin, los héroes son quienes mantienen el status quo en lugar de luchar por cambiarlo.

Pero los futuros distópicos no son inusuales en los cómics o en las novelas y películas de ciencia ficción. Lo que es inusual, sin embargo, son los personajes poderosos y excéntricos que Miller introduce en una metrópoli que se desmorona.

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En 1889, Mark Twain sacudió el mundo antiguo al poner a un moderno yankee de Connecticut en la corte del Rey Arturo. Miller ha reinventado ese tema en un futuro frío de alta tecnología y colocando a dos enemigos mortales desde ochocientos años atrás: un demonio que cambia de forma y un ronin (un guerrero samurái que no tiene maestro). Rudas, orgullosas y agresivas, estas reliquias vivientes son diferentes a cualquier cosa que la civilización haya visto desde hace mucho tiempo. La gente reacciona a ellos de maneras fascinantes, y su impacto en la sociedad es extraordinario y sorprendente.

Más significativo que un choque de voluntades y culturas es el hecho de que, como en The Dark Knight Returns, el último campo de batalla no es solo la ciudad. El Ronin y el demonio Agat también golpean la mente y el cuerpo de un personaje en concreto: Billy Challas. De espíritu humilde y agradable, Billy es sólo uno de los engranajes en la bien engrasada máquina. Lo que le sucede es una de las metamorfosis más asombrosas que la ficción de fantasía haya visto en mucho tiempo.

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Pero tan fascinante como los personajes principales, Miller también pobló su mundo con co-estelares igualmente convincentes, especialmente la jefa de seguridad de Aquarius, Casey McKenna, cuyo individualismo está en constante desafío de su entrenamiento; y la computadora Virgo, cuyas ideas sobre la condición humana son casi tan fascinantes como los increíbles secretos de su poderoso y revolucionario “biocircuito”. Incluso los personajes secundarios son pequeñas maravillas, desde el hippie envejecido hasta el demente prestamista que construye una nave espacial.

También rompió esquemas en la interacción de personajes, especialmente entre Ronin y Agat. El primero no es sólo un virtuoso superhéroe que sigue a un malvado villano, su objetivo es vengar la muerte de su mentor a manos del demonio, una muerte que el samurái no pudo evitar. “No busca vengarse del mundo entero”, dice Miller, “simplemente está equilibrando la balanza para redimirse”. Eso crea una gran tensión entre los personajes cuando la lealtad y el auto-sacrificio del héroe enfrentan a su antítesis: la traición y auto-complacencia del demonio. Muchos de los vínculos emocionales y rivalidades apasionadas que experimenta Batman en The Dark Knight Returns tienen raíces en el dolor y la devoción del Ronin.

Miller también desarrolló una historia de amor dramática, o más bien dos, ambas relacionados con Casey McKenna. Su evolución (y sus ramificaciones) no son exclusivas de los cómics, pero se combinan para hacer de ella uno de los personajes más humanos que el medio haya visto.

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En cuanto a la acción, uno de los logros más notables de Miller es la forma en que mezcló temáticas y una narración innovadoras con la aventura de cómic tradicional. A uno le recuerda lo poderosos y frescos que llegan a ser los personajes sobrehumanos cuando el entorno es tan evocador como el siglo XXI de Miller, y sus motivaciones son igual de convincentes.

En resumen, el mundo de Ronin no es un viaje monótono ni un alegato sobre los temores políticos o las esperanzas del creador. Aunque la fantasía y los temas cautelares están presentes, el Manhattan de Miller cercano al 2030 es un lugar que el lector puede experimentar en muchos niveles. Como lo mejor de la ficción distópica, especialmente el Brave New World de Huxley y 1984 de Orwell, Ronin presenta una sociedad completamente creíble.

Al mismo tiempo, Miller quería que la apariencia de la serie tuviera tantas texturas como los personajes y la historia. Por muy novedoso que fueran, sintió que los estilos que había usado antes no eran nada evocadores. Se sumergió en un estudio de los cómics y el arte japonés, descubrió que el arte comunicaba una unidad, “las conexiones entre todas las cosas”.

A lo largo de Ronin, el lector encontrará una delicadeza de composición y líneas, de belleza que recuerda al clásico mundo de los pintores japoneses. Incluso en las escenas de combate, Miller echó mano de trazos hábiles y ligeros para sugerir movimiento y poder, convirtiendo sus figuras en lo que él llama “líneas de velocidad humanas”.

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Los colores también son igualmente armónicos e innovadores. Los cómics tradicionales, dice Miller, “están coloreados para buscar contraste”. En Ronin, la colorista Lynn Varley orquestó los tonos “para que estuvieran uno junto al otro muy cómodamente”. Tan vívidos como sutiles, son un complemento perfecto a la ambientación de Ronin. (A medida que lo leas, tómate un momento para saborear particularmente el contraste entre la batalla con los matones del barrio de Leather y las escenas que siguen entre Casey y Virgo. Su yuxtaposición es una lección de libros de texto sobre el uso de tonos para establecer n estado de ánimo y transformarlo drásticamente).

Por último, están los diálogos. Sin esas convenciones de las acotaciones y los globos de pensamiento, y usando efectos de sonido al mínimo, Miller dio con una prosa tan austera como su héroe pero al mismo tiempo poderoso. Tiene un don para crear personajes de cómics que no hablan o declaman sino que conversan; personas que interactúan de manera realista y con voz propia.

Prepárate, pues, tanto para el placer estético como para una aventura de fantasía diferente a cualquier otra que hayas experimentado… en novela gráficas o en otro medio. Como la misma Sra. McKenna dice: “Caballeros, es el siglo XXI, hay que tener la mente abierta”.

Jeff Rovin es un scritor y editor de cómics. Es autor de varios libros sobre cómics, como The Super-Hero Movie y TV Quizbook, The Super-Hero Movie and TV Quizbook, The Encyclopedia of Super-Heroes y The Encyclopedia of Super-Villains. Entre sus libros también se encuentran TV Babylon, Winning at Trivial Pursuit y las novelas Starik y Dagger.

POR JORGE JURADO

gatoandalus@gmail.com
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