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#DC Black

Steve R. Bissette, introducción a Swamp Thing Saga

Reproducimos la introducción al volumen Saga de Swamp Thing Libro 5 que Vertigo Comics México ha publicado en su colección Cómics que Desafían las Expectativas Novela Gráfica. Puedes encontrar más información de este imperdible tomo aquí.

Escrito originalmente por Steve R. Bissette en 1988, como dos textos separados para el noveno y el décimo volúmenes de la colección en blanco y negro de SWAMP THING publicada por Titan Books, la siguiente introducción ha sido actualizada y expandida por Bissette en esta nueva edición.

Por Stephen R. Bissette

¿Qué es Negro y Azul y Verde por Todas Partes…?”

Boris Karloff solía decir que nunca veía alguno de los filmes en los que apareció, sino hasta tres años después de haberlos terminado. Puedo entenderlo: Intento leer historias en las que trabajé incluso hace una década o más, y sigo sin poder distanciarme lo suficiente para realmente leerlas. Los títulos, las historias, las viñetas individuales y los brochazos de tinta invocan demasiados recuerdos y asociaciones personales haciéndome perder en la historia. Tú, querido lector, tienes la posibilidad de disfrutar los trabajos que hemos escrito y dibujado en un nivel que nosotros, los creadores, tal vez nunca conozcamos.

No obstante, estoy feliz de asegurar que esto no es enteramente cierto para los números de Swamp Thing en los que tuve la fortuna de trabajar con Alan Moore, John Totleben, Rick Veitch, Alfredo Alcala y los editores Len Wein y Karen Berger. Conforme iban llegando en su forma original de guión, pude saborear las historias que Alan tecleaba en aquella vieja máquina de escribir en el rincón de su habitación superior en Northampton. Sólo entonces las historias fueron frescas para mí, y sólo entonces su magia trabajó sobre mí mientras sentado las leía por primera vez. Después de eso, me unía al proceso creativo en los lápices, y a pesar de que no voy a minimizar la ráfaga de emociones que pueden llegar al dibujar guiones tan sobresalientes, nunca pude volver a disfrutarlos como narraciones bien contadas.

Por eso es que los números reimpresos en este volumen (Swamp Thing #51-56) siempre tendrán para mí un encanto especial. A pesar de mis conferencias con Alan, Rick y Karen respecto a imágenes de portadas (me mantuve haciendo arte de portadas de Swamp Thing #51 al 63) y las juntas ocasionales en las que Rick compartía conceptos de trazos tras recibir la estafeta de encargado de los lápices en solitario del título, yo mantuve mi distancia de la creación de cada número. Por primera vez, pude experimentar Swamp Thing como algo relativamente nuevo y disfrutar de cada número como una lectura fresca.

Ahora los saboreo mucho más para la información tras bambalinas de la que tenía conocimiento –parte de la cual compartiré aquí con ustedes, con la esperanza de brindarle a esta introducción cierto semblante respetable. Es sobresaliente que la narrativa de Alan en este conjunto de números sea tan rica y firmemente construida, aún cuando pisa los talones de la profunda saga “Gótico Americano”. La explicación yace dentro del último número de “Gótico”, cuando la subtrama referente a la investigación de las relaciones carnales de Abby Cable con la Criatura del Pantano se vuelven más intrigantes que el explosivo final cósmico a las orillas del Cielo y el Infierno. Le daré peso a esa aseveración al admitir que mi agotamiento como artista de lápices en el título ciertamente le brinda color a mis sentimientos acerca del clímax a la épica “Gótico”. Leyendo de nuevo aquellos números, no obstante, en la escritura de Alan detecto un creciente interés en el predicamento de Abby, incluso conforme su fascinación con las fuerzas inhumanas celestiales (y demoniacas) en contra del Universo DC entero de alimañas amaina de manera obvia. Alan estaba muy ocupado esculpiendo el fundamento para la historia de Abby incluso mientras recargaba su batería creativa, y la calidad de la escritura en estos números resuelve cualquier falla en “Gótico Americano”.

La escritura misma cambia en un nivel orgánico con “A Salvo en Casa” en Swamp Thing #51, adquiriendo más ritmo y textura, reflejando no sólo los primeros días de Alan como lector de poesía (así como anticipando los eventos de arte/lectura/magia que seguirían al cambio en su vida como chamán), sino también la madurez de su trabajo conforme él y Dave Gibbons estaban profundamente involucrados en la creación de Watchmen. Es vital recordar que Alan se encontraba escribiendo esta corrida de Swamp Thing en medio de otros proyectos continuos: Watchmen, Miracleman/Marvelman, y mucho más. Asumir y controlar tales aventuras colaborativas tan hercúleas mientras mantenía su alto nivel en una serie mensual como Swamp Thing… se trata de un logro digno de un futuro chamán, sin duda.

Integral al impacto de las historias de Alan son, como siempre, los artistas con los que trabaja. Comenzando con Swamp Thing #51, y continuando con todos los demás con excepción de un número reimpreso aquí, Rick Veitch nutrió aun más su relación en curso con el personaje que comenzó a trabajar en los lápices conmigo en Saga of the Swamp Thing #21. A partir del #51 se convirtió en el artista en solitario de los lápices del título, y cuando Alan finalizó su corrida con el #64, Rick fue el único creador que DC reconoció con el talento necesario para continuar tras los pasos de Alan, como escritor regular de la serie.

Las raíces de Rick en el movimiento de comix underground de principio de los años 70 ocasionalmente reventaba en algunas visiones auténticamente barrocas de monstruosa belleza, realizadas con una ferocidad y preciosa claridad que muy pocos compañeros del mainstream de la época podían alcanzar. Consideren, por ejemplo, la interrupción de Swamp Thing en la sala de la audiencia en la página 13 de “Consecuencias naturales” (Swamp Thing #52), que refleja la intensidad alucinógena de los posters underground de rock de San Francisco, por artistas como Rick Griffin y Greg Irons, sin echar a perder el ritmo de la narrativa. Que, por supuesto, es como debe ser –incluso delineando sus conceptos artísticos más salvajes, el trabajo de Rick siempre está al servicio de la historia que está contando.

También debe hacerse mención de Alfredo Alcala, cuyos rotuladores y pinceles le brindan peso a todos los lápices de Rick en Swamp Thing hasta el final de su etapa en dicho título. Un veterano entintador y artista y cartonista consumado, la precisión en la textura y estilo atmosférico de Alcala lo llevaron a que fuera el mismo John Totleben quien lo sugiriera como entintador invitado (sobre mi trazo a lápiz) en “Un Halo de Moscas”, en el #30, seguido por frecuentes regresos al título hasta convertirse en una parte regular del equipo con Swamp Thing #51. La meticulosa atención de Alfredo en el detalle (comparable a la de maestros del rotulador y la tinta de principios de siglo, como D.A. Gregg o Frank A. Haynes) no se centraba únicamente en las exuberantes formas naturales, sino igualmente en la arquitectura contundente y en elementos urbanos, que efectivamente le dan veracidad a la fantasía en un sentido táctil de “realismo”. Esto es fácilmente detectable tanto en la primera como en la penúltima historia en este volumen, desarrolladas en la extensa metrópoli que es el refugio de Batman, Gotham City, que crudamente contrasta con la invasión floral (y rechazo) del Edén orgánico de Swamp Thing.

Central a este volumen es el evocativo arte de John Totleben en “El Jardín de las Delicias Terrenales”, de Swamp Thing #53. El exquisito trabajo de rotulador y brocha de John no sólo entrega las delirantes visiones prometidas por el Bosquiano título, sino que igualmente mezcla las sensibilidades artísticas de Virgil Finlay (uno de los héroes artísticos de John) con los sueños febriles de monstruos gigantescos de Jack Kirby y Steve Ditko presentados en publicaciones como Tales of Antonish, del gueto pre-Marvel en Atlas Comics. La explosiva apreciación de John al Swamp Thing de Secoya mientras aplasta Gotham bajo sus pies podría haber compartido portada con Fin Fang Foom, Goomba o Sserpo, pero el resto de su intoxicante imaginario sobrepasa a años luz aquellos crudos antecedentes. Esta historia también finalmente le dio a John la oportunidad de delinear uno de sus personajes favoritos de cómic: su Batman es una criatura tan nocturna como aquella dibujada por Berni Wrightson en el primer encuentro de Swamp Thing con el Caballero Oscuro allá en 1972. Tengan en cuenta también que Alan y John entregaron esta épica después de que aparecieron los primeros números del histórico Batman: The Dark Knight Returns, de Frank Miller, y como resultado la gótica Baticueva de Totleben y el aterrorizante Batimóvil camión de guerra pueden verse como muestras juguetonas de cómo imponerse ante los demás en la evolución en el diseño del mundo del Vengador Encapotado. Para una generación de lectores de cómics el Dark Knight de Miller se convirtió en la versión definitiva del personaje en ese momento, pero para mí el musculoso ser de sombras de John captura un aspecto esencial del Batman que muy rara vez vimos durante aquella época.

A pesar de que John regresaría de vez en cuando al título –dibujando cuatro páginas en “Tierra a Tierra” (Swamp Thing #55), ilustrando enteramente el salvajemente experimental Swamp Thing #60, con la historia “Amando al Alienígena”, y realizando portadas ocasionalmente– “El Jardín de las Delicias Terrenales” representa la máxima versión de Totleben a Swamp Thing. Aunque Veitch y Alcala realizan una elegante versión del personaje, la versión definitiva de Totleben a Swamp Thing nunca más volvió a aparecer en escena –con fragancia a tierra, cubierto por vino, líquenes y musgo, y moviéndose con la gracia de un bailarín elemental. Fue totalmente apropiado que John comenzara a trabajar con Alan en la primera muerte aparente de Swamp Thing (en Saga of the Swamp Thing #20, reimpreso en Saga of the Swamp Thing Libro Uno) y que dejara el título en la segunda (y aún más horrible) desaparición.

El Swamp Thing que renacería de esta catarsis sería transformado una y otra vez durante el arco de ciencia ficción de Veitch/Alcala que siguió. Y sucedió tan seguido durante una extensa etapa de Alan en la serie, que el cambio artístico se convirtió en otro elemento transformativo en el mercurial crecimiento del título.

Tras completar “El Jardín de las Delicias Terrenales” (el segundo número doble en menos de dos meses, incrementando una ya de por sí carga de trabajo mensual), Alan salió de lo que se conoce como “Bloqueo de Escritor”. Ya sea que fuera causado por agotamiento de energía creativa tras tan asombroso esfuerzo, o por la presión y fricción de mantenerse en un cómic mensual mientras completaba muchos compromisos más pequeños y sosteniendo otro trabajo mayor en progreso (Watchmen), o por trances y tribulaciones, o por agotamiento o lo que fuere… pero el caso es que Swamp Thing #54 simplemente no se concretaba, tampoco desaparecería así nada más.

Los cómics mensuales nunca lo hacen.

Finalmente, presionado por una editora apropiadamente frenética e impulsado por demonios personales, Alan compuso “Las Flores del Romance” (Swamp Thing #54) en un par de noches. Para el no iniciado, el origen de la pareja cuya retorcida relación es central a esta historia se remonta al elenco de la etapa previa a Moore, que fue creado por Marty Pasko y el artista Tom Yeates. Ellos no jugaron siquiera un pequeño papel en ninguna de las recopilaciones previas de Vertigo; al igual que la mayoría de hilos de tramas y personajes de Marty, Alan los ató o los dejó fuera desde su primer número (Saga of the Swamp Thing #20). De cualquier manera, la historia sólo tiene sentido si conoces un poco de Dennis y Liz, y cuán terriblemente han cambiado desde la última vez que los vimos.

Lizabeth Tremayne apareció por primera vez en Swamp Thing #2 (en el cual, por cierto, Totleben realizó lápices fantasma en algunas páginas). Ella era una reportera de noticias para televisión en In-Depth Magazine y autora de un libro titulado Swamp–Man: Facto or Myth? [El Hombre del Pantano: ¿Verdad o Mito?]. Como una mujer periodista, Liz era una agresiva, ruda y (como Marty la retrataba) muy odiosa (muy parecida al personaje de Gale Weathers, que más tarde personificaría Courtney Cox en la saga fílmica de Scream) cuyas investigaciones acerca de la existencia y de las operaciones encubiertas de la Sunderland Corporation permitió que los lectores conocieran al Dr. Dennis Barclay en el #5. Dennis era un brillante, aunque inocente joven Físico que abandonó su trabajo con Sunderland por la frenética aventura de Liz y Swamp Thing, convirtiéndose en un fugitivo junto a ellos. Confundido, llevado hacia los límites por el bombardeo de monstruos y contrincantes sobrenaturales que él y sus compañeros tuvieron que enfrentar, y orillado hacia el uso de violencia y de armas durante los constantes conflictos. Dennis rápidamente se convirtió en un personaje volátil. Forzados más por el caos y las circunstancias que por la atracción mutua, el torpe cortejo y posterior encuentro de Liz y Dennis (en la cabina de una golpeada camioneta en Saga of the Swamp Thing #19) fue un desesperado y poco elegante romance concluido por la persecución de Sunderland en el #20. Liz y Dennis escapan vivos, y Alan nos dejó con los finales y ominosos pensamientos de Dennis:

“…’Lo único que tenemos en común es el horror en nuestras vidas’. Eso es lo que ella dijo… pero tal vez el horror era todo lo que requerían. Tal vez no necesitaban de nada más para hacer que funcionara. Tal vez las cosas estarían bien entre ellos mientras no se quedaran sin horrores. Ella se inclina hacia él, asustada, vulnerable, en la manera que debe hacerlo una mujer. Y Dennis Barclay huye…

“Y Dennis Barclay sonríe”.

Alan ya tenía en mente la semilla de la futura historia de ellos, una historia que me mencionó en una de sus voluminosas cartas que disfruté durante nuestros dos o tres primeros años trabajando juntos. El siguiente pasaje es citado (con el permiso de Alan, alrededor de 1988) de una carta de Agosto de 1983, escrita cuando estábamos por completar nuestra primera historia de cuatro partes:

“Después [de la historia del Apocalipsis Arcane] me gustaría tomar nuevamente a Liz y Dennis para una historia muy aterrizada no sobrenatural acerca de lo que Dennis hizo con Liz en su esfuerzo por mantenerla como su propiedad y su único y verdadero amor. Tengo una historia de amor auténticamente enferma que puedo usar como base para esto, algo que le sucedió a una familiar lejana y que escuché a través de mi tía favorita, quien reunió las piezas al final. Parece que recientemente murió el esposo de esta persona y muchos familiares que no la habían visto en alrededor de quince años se acercaron, dieron el pésame y ayudaron a poner en orden la situación. La última vez que la vieron era una joven y vivaz mujer sobresalientemente independiente, tomando en cuenta la muy oscura atmósfera que le tocó vivir a las mujeres de su época en los años 60. Perdieron contacto con ella durante casi dos décadas y se dio cuenta de que no salía mucho y que no estaba interesada en conocer gente.

“Resultó que ella no había salido para nada durante aquellos años. Esto fue porque su esposo la había convencido que no era seguro salir. También la convenció de que ella no era lo suficientemente competente para utilizar los accesorios caseros sin lastimarse. Esto incluía las tomas de agua y la estufa. Incluso después de la muerte de él, ella no podía ser persuadida a llenar un vaso con agua del grifo como cualquier niño de cinco años lo haría sin problemas. Se negaba a sentarse o a acostarse en la bañera por temor a ahogarse, prácticamente fue llevada a rastras a expediciones en tiendas de autoservicio y no tenía concepto alguno de cómo hacer uso de la moneda decimal (Inglaterra cambió de Esterlina a la moneda decimal a finales de los años 60. Ella se perdió de todo eso). No tenía ropa interior propia y en su lugar llevaba puestas tiras de toalla. Su esposo cosió sus sábanas sobre el colchón de su cama y no le permitió cambiarlas durante tres años. Básicamente, está exquisitamente jodida y completamente incapaz de encontrarle sentido a la sociedad normal. ¿No es eso horrible?”.

Lo era, y lo es. Tres años después, Alan finalmente contó la historia de Liz y Dennis, aunque fueron Rick y Alfredo en lugar de John y yo quienes la ilustraron. En el ínterin, la propia repugnancia de Alan ante la mentalidad de supervivencia en general (y del fenómeno Rambo en particular) sumaron veneno a su retrato de Dennis. Liz se mantuvo en el título como un personaje de carácter bajo las capaces manos de Veitch, mientras que Dennis… ah, léanlo por ustedes mismos. Sólo me gustaría agregar que la historia fue menos relevante para los Estados Unidos del Siglo 21, pero lo opuesto es más cierto. Tomando en cuenta todo lo que ha sucedido entre el 9/11 y el 2011, “Las Flores del Romance” es tan poderosa e imperecedera como siempre.

Swamp Thing #55 permanece como un número transitorio, proveyendo de un final y conmovedor vistazo a la vida de Abby tras la muerte de Swamp Thing (Abby no regresaría hasta que su servidor guionizara el #59 de relleno, “Reunión”.) “Tierra a Tierra” presume de una breve aunque bella secuencia de cuatro páginas dibujada por John Totleben y que presagiaba lo que sería el penúltimo (y más extraño) ciclo de historias durante la etapa de Alan en el título. También presenta mi favorita de todas las portadas de Swamp Thing que tuve el placer de dibujar, para el cual mi primera esposa (y aún amada amiga) Marlene O’Connor posó.

Finalmente, “Mi Cielo Azul” (Swamp Thing #56) marcó el cambio mayor en la serie –y en la escritura de Alan– que indiqué anteriormente. Es, a su manera, uno de sus números más personales, pues indiscutiblemente es autobiográfico en muchos aspectos y también anticipa el futuro interés de Alan en la Magia y el chamanismo. La historia inicia como una etérea y amorosa celebración de un creador (Swamp Thing/Alan) que encuentra consuelo y realización temporal en el acto de la creación/re-creación. La oscuridad –la soledad, la naturaleza masturbatoria de tal creación, la afirmación de los oscuros reinos del inconsciente del creador– pronto devela la locura que el creador conoce y teme, la locura que es necesario se entrecruce con la voluntad para crear. Se trata de un trabajo fascinante y conmovedor, de profundos sentimientos, constantemente doloroso en su delineado de la prisión autoimpuesta por el creador y del cisma de amor y odio que marca sus barrotes.

Esta historia en particular permanece como la favorita de Rick Veitch de todas sus colaboraciones con Moore durante los 80. No obstante, hay un momento en el arte, en el que Rick decide desviarse del texto de Alan. Sus razones al hacerlo demuestran sus profundas convicciones como artista, pero igualmente reflejan un cambio en la dirección que aparentemente ya era evidente en el cómic, abandonando lo horrible en favor de reinos más tranquilos de ciencia ficción (o fantasía científica). Esta aceptación de la ciencia ficción fue el resultado no solamente de los propios sentimientos de ”Ya lo he hecho todo” de Alan en el horror, sino igualmente su sensibilidad hacia los propios sentimientos e intereses de Rick –quien tenía poco o ningún interés en los horrores más excesivos de Swamp Thing. En el guión original de Alan, la destrucción de la Abby sustituta era extremadamente horripilante, con ella respondiendo a los golpes de Alec como lo haría la Abby de carne y sangre: aterrorizando y gritando hasta morir. Rick se encontró incapaz de dibujar la secuencia como la había escrito Alan; era demasiado impactante (¡y esto según el hombre que dibujó Brat Pack!). El cambio de tono, no obstante, estaba en mantener los cambios hacia las actitudes de ciencia ficción –nuestro sentido del horror surge de la esterilidad emocional del homúnculo y de la ausencia de alma; ella es un autómata orgánico– más que hacia aquellos del género del horror (la conciencia del miedo, el dolor, la mutilación, la muerte en un ser consciente).

Una última nota en “Mi Cielo Azul”: el color siempre fue un elemento central de Swamp Thing, y la importancia de la veterana colorista Tatjana Wood en la serie no puede ser subestimada. Tatjana fue un talento increíblemente creativo que trabajó de manera continua en algunos de los mejores títulos de DC, desde sus primeros trabajos en los años 60 en series tales como Sgt. Rock y Enemy Ace, de Bob Kanigher y Joe Kubert. Tatjana pintó “Mi Cielo Azul” con una paleta limitada a azules, azules verdosos y púrpura, una meditación sinfónica sobre el color que hizo eco artísticamente de la naturaleza introspectiva del guión de Alan y del arte de Rick y Alfredo. Es una obra maestra en miniatura, merecedora de un estudio continuo.

Lo que sigue, entonces, son media docena de historias, bien contadas. Que guardan muchos placeres como historias, pues sus creadores han dejado atrás el proceso de escribirlas y dibujarlas. Su magia permanece para que ustedes, los lectores, la descubran y se vean inmersos en ellas. Estoy contento de poder decir que tuve el placer de disfrutarlas igualmente como lector.

Disfrútenlas…

Stephen R. Bissette

Agosto 1988/Marzo 2001 Las Montañas de la Locura, Vermont

POR JORGE JURADO

gatoandalus@gmail.com
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