Miles Morales: Directo desde Brooklyn – Reseña y crítica

Miles Morales: Directo desde Brooklyn es un claro ejemplo de lo que resulta cuando se pone a cargo de una reinvención a creativos de capacidad probada.

Más que un buen arácnido, ser una buena persona

Por: Jesús Chavarría

Marvel Comics

Si bien la propuesta Ultimate presentada en los cómics por Brian Michael Bendis en su momento cumplió, y con creces, a la hora de contar nuevamente la historia, llenando huecos y poniéndola al día, el “trepa muros” en el que redundaría tras la muerte de Peter Parker, no solo ha logrado hasta ahora darle continuidad, sino que se ha convertido en la versión actualizada mejor lograda.

Incluso sorprendió con su llegada a la pantalla grande, a través de la estupenda película animada Spider-Man: Into the Spider-Verse, que resultó muy superior a la popular adaptación fílmica del MCU encarnada por Tom Holland.

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Pero su buen momento continúa y muestra de ello es la saga titulada Miles Morales: Directo desde Brooklyn (échale un ojo a su ficha), en donde el guionista Saladin Ahmed no solo sabe darle el tono juvenil y divertido de la cultura pop, sin caer en la completa frivolidad, sino que mantiene los rasgos básicos que definen al personaje desde su origen, como la culpa y el sacrificio; ofreciendo un acercamiento desde una perspectiva más actual y hasta con cierto compromiso social.

El buen arácnido por su casa empieza

Aquí vemos a nuestro arácnido siendo más “amigable vecino” que nunca, con todo el espíritu del héroe de a pie, ese que resuelve los problemas de la comunidad a la que pertenece, desde robos hasta disputas entre pandillas que buscan abarcar más territorios, además de ir en busca de los hijos pequeños de inmigrantes e indigentes que han estado desapareciendo.

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Sin duda, Miles tiene muy claro cuáles son sus habilidades extraordinarias y para qué debe usarlas. La primera parte de aquello de que “con un gran poder viene una gran responsabilidad”, está más que cumplida, sin embargo es la segunda la que ahora le causa problemas.

Por más que se empeña, no alcanza a cumplir con ese otro compromiso que tiene con su chica, con sus amigos, con la escuela y con sus padres, quienes por cierto saben de su identidad secreta, pero irónicamente se enteran más de su vida a través de los periódicos, que por él mismo.

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Es así que la aventura encuentra consistencia, pues la acción a raudales que ofrece, la equilibra con cuestionamientos propios de un joven que más allá de seguir aprendiendo cómo ser un superhéroe, sin contar propiamente con un mentor a su lado, tiene como principal objetivo hacer lo correcto y convertirse en una mejor persona.

Todo enfrentando la cotidianidad exigente y abrumadora de hoy, algo que por supuesto corresponde a lo que siempre ha sido el concepto Spidey, en donde lo más importante nunca han sido el traje y los superpoderes, sino el hombre que está detrás de ellos.

El arte detrás de Miles Morales

El arte que resulta muy conveniente para la frescura de la propuesta genera, va por cuenta de Javier Garrón, quien apuesta por diseños tipo cartoon con algunos elementos del estilo línea clara, en conjunción con una paleta de colores de tonos llamativos pero llenos de matices y efectos de luz, cortesía de David Curiel.

Las secuencias que van del dinamismo en el armado y el detalle de los escenarios, a la espectacularidad de las figuras sobre fondos blancos, explotando con precisión las posibilidades de tener como protagonista a un sujeto que adopta las posturas más insólitas, resultan envolventes y muy divertidas.

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Por si lo anterior fuera poco, la nostalgia se hace presente con lo peculiar de la forma en que se relaciona con los supervillanos -como en los viejos tiempos de Spidey-, además de las persecuciones urbanas que vuelven protagonista a la ciudad, y el vértigo de los combates aéreos.

Así pues, podemos decir que Miles Morales: Directo desde Brooklyn, es un claro ejemplo de lo que resulta cuando se pone a cargo de una reinvención, a creativos de capacidad privada, pero que además conocen y respetan la esencia del clásico.

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