fb-pixel

Compartir

antares de la luz

#TREND

Quién es Antares de la Luz: la historia real del documental de Netflix

A más de 10 años de los acontecimientos, el caso de Antares de la Luz sigue impactando a Chile.

Antares de la Luz en realidad se llamaba Ramón Gustavo Castillo Gaete. Fue el líder de una secta donde afirmaba ser la reencarnación de Dios. Sus seguidores no sólo lo adoraban sino que también hacán lo que les decía, incluso sacrificar niños. En noviembre de 2012, por órdenes de Antares, el grupo quemó vivo a un recién nacido en una hoguera. El bebé era el “anticristo”, según este hombre cuya vida ha sido llevada al documental de Netflix Antares de la Luz: la secta del fin del mundo, que se estrena este jueves 25 de abril.

La producción dirigida por Santiago Correa y realizada por la productora chilena Fábula, contiene detalles sobre cómo operaba la secta y entrevistas exclusivas con algunos de los exdiscípulos de Antares, entre ellos, Pablo Undurraga, quien fue el más cercano a Castillo Gaete. Conoce algunos hechos reales sobre este personaje.

¿Quién fue Antares de la Luz?

Ramón Castillo Gaete creció en la ciudad de Santiago, Chile, en el seno de una familia de clase media. Al salir del colegio, estudió música y dio clases a niños vulnerables. Tiempo después, se integró a un grupo musical andino llamado Amaru.

Según el libro libro Cinco gotas de sangre: la historia íntima de Antares de la Luz y la secta de Colliguay, escrito por la investigadora Verónica Foxley, fue en un viaje a China junto a su banda musical cuando Ramón comenzó a experimentar algunos cambios en su personalidad.

Empezó a hacer viajes solo, a distintos lugares de América Latina, como Ecuador, lugar donde tuvo su primera revelación. En 2009, a través de distintos grupos de meditación, empezó a adquirir seguidores.

Entre ellos estaba Pablo Undurraga, quien, según lo que él mismo cuenta en el documental de Netflix, en su infancia fue víctima de bullying, por lo que ser parte de un grupo le hizo sentir bien.

“La mayoría de los integrantes de la secta tenían fracturas emocionales importantes, eran personas altamente sensibles, habían tenido infancias complicadas, algunos habían tenido problemas psicológicos, como alteraciones del ánimo, y problemas de autoestima”, según dice Verónica Foxley, quien también participa en el documental.

Ramón Castillo Gaete y sus seguidores se fueron a vivir juntos. Primero en Santiago, y luego a distintas zonas del centro de Chile, para finalmente establecerse en Colliguay, en la región de Valparaíso.

antares de la luz

Doctrina y sometimiento

Allí hacían seminarios y talleres de meditación en los que Castillo Gaete solía vestirse de blanco y nadie lo podía tocar o mirar a los ojos. Cuando sus seguidores estaban convencidos de que este hombre era la salvación, Antares comenzó a mostrar un carácter más tiránico.

“Impuso nuevas reglas y conductas, la primera es que tenían que atenderlo, hacerle masajes. También les decía cuándo podían o no tener sexo, determinaba qué podían comer y cuántas horas debían dormir. Los hacía trabajar muchísimo y los aisló de sus entornos, de sus familiares”, dijo Foxley a BBC Mundo.

La promesa del líder era que los sectarios iban a cambiar el mundo y a salvarlo en una fecha específica: el 21 de diciembre de 2012 cuando todo acabaría, según las creencias de Antares.

En los rituales se consumía ayahuasca, una planta alucinógena utilizada por pueblos indígenas sudamericanos en ceremonias. Antares padecía probablemente fibromialgia, ya que siempre le dolía su cuerpo y la ayahuasca era lo único que lo calmaba. Pero fue tanto el consumo que hacía de esta sustancia que le provocó un grado de psicosis evidente.

Un crimen terrible

Antares solía someter a sus seguidoras a violaciones. En 2012, una mujer llamada Natalia Guerra, quedó embarazada de él. Según la investigación de Foxley, la mujer fue obligada a vivir a una cabaña en Los Andes, recluida, mientras su bebé nacía. La razón es que Antares creía que el bebé podía ser el anticristo y eso significaba un peligro para el grupo.

Finalmente el bebé nació en noviembre de ese año en un hospital cercano, luego de tres días de trabajo de parto fallidos. Cuando el niño nació, lo llamaron Jesús. Antares de la Luz decía que el bebé había nacido antes de lo que debía y, por lo tanto, era un “ser oscuro”.

Dos días después del nacimiento, el líder ordenó a sus seguidores que cavaran un hoyo en el cerro para quemar vivo al niño.

“No todos los integrantes de la secta estaban ahí en ese momento. Algunos dicen haber sentido gritos, otros el llanto del bebé. Pero muchos no vieron lo que estaba pasando”, señala Foxley en sus investigaciones.

La fractura del grupo

Cuando el 21 de diciembre de 2012 el fin del mundo no llegó, algunos de los seguidores de la secta comenzaron a sospechar que todo se trataba de un engaño.

Pablo Undurraga decidió escapar junto a su novia, quien también era miembro de la secta. De esa manera, la secta perdió al hombre que la sostenía económicamente. El resto de integrantes también empezó a dudar y poco a poco fueron escapando.

Tras una denuncia anónima, la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) comenzó a investigar a principios de 2013 lo que allí había sucedido.

En abril de ese año, el caso llegó hasta la prensa chilena y los miembros de la secta se entregaron a las autoridades. Luego del juicio, sólo Pablo Undurraga y Natalia Guerra, la madre del bebé, recibieron 5 años de cárcel cada uno.

Antares de la Luz se fugó a Perú, donde se inició una búsqueda en su contra. El 1 de mayo lo hallaron colgado de una viga en una casa abandonada en Cusco. A más de 10 años de los acontecimientos, el caso sigue impactando en Chile.

POR RODRIGO AYALA

Editor especializado en cultura pop, cine, historia, literatura y música. Amo el terror, la música rock, los conciertos y el running. Escribí los libros “Siempre al anochecer y otros cuentos de lo extraño” y “Potwór” para exorcizar mis demonios. Mi frase favorita: “It can't rain all the time”.

rodrigo.ayala@editorialtelevisa.com.mx
0
    Carrito de compra
    Tu carrito esta vacioRegresar