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palomitas de maíz en el cine

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#Cine

La razón por la que comemos palomitas de maíz en el cine

¿Pero cómo nació esta costumbre? ¿Por qué comemos palomitas de maíz en el cine?

Ya sean hechas en casa o adquiridas en el cine, las palomitas de maíz son un alimento casi infaltable cuando nos disponemos a ver una película o una serie. Gozar de su sabor acompañado de une bebida dulce y fría es un gran placer. Incluso hasta se hacen ediciones especiales, se crean sabores exóticos y forman parte de una estrategia de marketing. ¿Pero cómo nació esta costumbre? ¿Por qué comemos palomitas de maíz en el cine? Indaguemos sobre este tema.

Empecemos con un poco de historia. Las palomitas de maíz, cuyo nombre se asocia sobre todo a los granos inflados, son en realidad una variedad de maíz caracterizada por granos especialmente ricos en almidón con paredes duras, que ayudan a que aumente la presión interna cuando se calientan. Fue una de las primeras variedades de maíz cultivadas en América Central, según dice Smithsonian Magazine.

Un aperitivo popular

Para el año 1848, hacer palomitas de maíz resultaba muy entretenido y era un aperitivo bastante popular en la población de los Estados Unidos. Lo mejor de todo es que estaban disponibles en todas partes, especialmente en lugares de ocio como circos y ferias. Curiosamente, no estaban todavía disponibles en los teatros ni en los cines. La razón de ello es curiosa.

“Los cines no querían saber nada de las palomitas”, dice Andrew Smith, autor del libro Popped Culture: A Social History of Popcorn, “porque intentaban duplicar lo que se hacía en los cines de verdad. Tenían alfombras y moquetas preciosas y no querían que las palomitas se molieran en ellas”.

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Los cines querían atraer a sus salas a una audiencia culta, y las palomitas eran vistas como un aperitivo popular que generaba mucha basura. Además hacía mucho rudo cuando la gente las masticaba.

Pero todo ello cambiaría…

Un vendedor ambulante vende palomitas a unos niños en Illinois en 1912. Imagen: Kirn Vintage Stock/Corbis

La Gran Depresión

Cuando el cine incorporó el sonido en 1927, la industria se abrió a un público más amplio. Ya no era necesario saber leer y escribir para ver películas, a diferencia de cuando el cine era mudo. En 1930, la asistencia a las salas de cine alcanzó los 90 millones de espectadores semanales. Era un gran negocio, pero los dueños de las salas seguían negándose a vender productos en el interior de los cines.

Cuando llegó la Gran Depresión a los Estados Unidos, los dueños de las salas tuvieron que echar mano de recursos para atraer a la audiencia. Además, las personas querían diversión a precios accesibles. En ese sentido, las palomitas eran un lujo que la mayoría de la gente podía permitirse. Si adentro del cine no se vendían palomitas, afuera de ellos los vendedores ambulantes las vendían a los espectadores antes de que entraran.

Tratos de negocio

Los cines carecían de ventilación adecuada para tener sus propias máquinas para hacer palomitas de maíz. Sin embargo, conforme aumentaba el número de clientes que enraban con ellas a las funciones, los propietarios no podían ignorar el potencial económico de venderlas.

Entonces los dueños de los cines permitieron a los vendedores ambulantes ingresar a los vestíbulos para vender su producto. La idea no fue bien recibida, ya que los vendedores alegaban que vendían más en la calle.

Para muchos cines, la venta de aperitivos les ayudó a salvarse de la Depresión. A mediados de la década de 1930, el negocio de los cines empezó a hundirse, pero los que empezaron a servir palomitas y otros aperitivos sobrevivieron.

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Para la Segunda Guerra Mundial, los cines ya vendían palomitas de maíz en sus dulcerías. Incluso emitían publicidad antes y después de las películas para que el público comprara más. Sin embargo, en la década de 1960, la industria del cine sufrió un colapso con la llegada de la televisión a los hogares, lo que redujo la visita de la audiencia a las salas.

Esto se agravó en la década de 1970, cuando los hornos de microondas se hicieron cada vez más comunes en los hogares y se podían hacer palomitas en cuestión de minutos. Sin embargo, el producto subsistió como parte de la experiencia de ir al cine y gozar de este alimento.

En la actualidad, muchas personas no pueden resistir la tentación de ir al cine y comprar palomitas, a pesar de los precios exorbitantes que hay que pagar por ellas, la mayoría de las veces. ¿Tú eres de los que van al cine y come este producto, o no es tan importante para ti?

POR RODRIGO AYALA

Editor especializado en cultura pop, cine, historia, literatura y música. Amo el terror, la música rock, los conciertos y el running. Escribí los libros “Siempre al anochecer y otros cuentos de lo extraño” y “Potwór” para exorcizar mis demonios. Mi frase favorita: “It can't rain all the time”.

rodrigo.ayala@editorialtelevisa.com.mx
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